Catalina Vargas se liberó de pagar $10.244.397 al Banco BCI: “Es una tortura que no te deja dormir”

Catalina agradeció la tranquilidad que le brindó el estudio jurídico a ella, a su pareja y, especialmente, a sus padres, quienes hoy viven tranquilos en su hogar sin el miedo de perder sus bienes.

Con el sueño de estudiar Diseño Gráfico, Catalina Vargas firmó el documento para obtener el Crédito con Aval del Estado (CAE). Debido a la falta de recursos económicos, ella y sus padres decidieron solicitar este crédito para poder ingresar a la universidad. Después de quedar en lista de espera en algunas instituciones de educación superior, finalmente se matriculó en la Universidad Santo Tomás.

En esa época no cachaba mucho. El tema de la inmadurez, recién saliendo del colegio como que de esos asuntos se encargaban los viejos, entonces yo nunca leí el contrato, lo leyeron mis papás. Estuve estudiando 4 años que duraba la carrera y no me eché ningún ramo”, contó Catalina.

Tras terminar sus estudios en una carrera de la cual no estaba completamente enamorada, Catalina quedó embarazada de su primer hijo. Al no encontrar trabajo como diseñadora gráfica, decidió dedicar su tiempo a la crianza de su hijo.

Como a los dos años de terminada la carrera me llegó una carta diciéndome que llevaba no sé cuántos meses atrasados de no pagar el CAE al Banco BCI. Yo no sabía que tenía que pagar, porque nunca me llegó una carta cobrándome, sino que me llegó después cuando ya habían pasado varios meses de que me estaban cobrando”, recordó Catalina.

Catalina explicó que obtuvo el dinero necesario para saldar la deuda de los meses atrasados. Con ayuda de sus padres y su pareja, pagó durante varios meses su CAE, hasta que se enteró de la posibilidad de suspender el cobro del crédito debido a la cesantía, ya que en ese momento no tenía un trabajo estable.

Opté a eso porque trabajaba freelance, pero no tenía cómo demostrarlo. Así estuve muchos años, hasta que me casé con mi pareja y le empezaron a cobrar a él, ya no me aceptaron la cesantía y le exigieron a mi pareja que él me pagara las cuotas que yo debía. Mi pareja estaba terminando de pagar su universidad, yo encontraba super injusto que él tuviera que pagar mis estudios si la deuda era mía”, dijo Catalina.

Ante esto, Catalina se acercó al banco BCI para exigir una disminución de la cuota, y que el cobro se realice directamente con ella y no con su marido. Ante la respuesta negativa por parte de la entidad bancaria, Catalina decidió dejar de pagar.

Dejé de pagar porque no podía y ahí fue cuando los vi a ustedes por internet, por Instagram me acuerdo. Me contacté con ustedes porque me estaban amenazando con embargar, así que ahí ingresé a la página web, envié mis datos y ustedes empezaron el proceso de asesoramiento para poder regularizar esto”, explicó Catalina.

Catalina contó que acudió a Defensa Educación ante el temor de sus padres de que sus bienes, especialmente su casa, fueran embargados. En ese momento, Catalina vivía con su pareja en otro hogar, por lo que todas las cartas, avisos y amenazas —como ella misma describe— llegaban a la casa de sus padres.

Yo dije ‘voy a tener que asesorarme legalmente’ y empecé a buscar en Google abogados CAE y cosas así. Después me empezó a aparecer la publicidad de Defensa Educación, me metí y mandé mis datos. La verdad es que se demoraron en contestarme, pero no mucho, como una semana. Cuando hice el trámite fue todo más rápido, que era como el firmar papeles. Me dieron facilidades de pagar este servicio, porque era un atado, porque se supone que tú no estás pagando porque no tienes las lucas, pero ustedes me dieron la facilidad de ir pagando en cuotas y un monto accesible”, agradeció Catalina.

Catalina reconoció que tuvo una buena comunicación con Defensa Educación al iniciar su asesoría. Ante cualquier duda, recibía una respuesta del estudio jurídico en el plazo determinado, tal como estaba especificado en el contrato inicial. Catalina comprendía que no podía exigir mayor rapidez, ya que la lentitud al comienzo formaba parte del proceso.

Siempre tuve respuestas, aunque se demoraban 24 horas, siempre tuve respuestas de ustedes, entonces yo me acuerdo que mis papás me decían ‘por qué no te dicen nada’, y yo decía que es parte del proceso, pero la gente cuando está muy asustada espera que las cosas sean rápidas, como que esperan que las soluciones sean en el momento que empiezan”, dijo Catalina.

Catalina recuerda que en el contrato firmado se explicaba en detalle a quién debía dirigirse en caso de alguna duda, especialmente si se trataba de algo urgente. En su relato, Catalina afirma que la paciencia es fundamental en todo el proceso vivido en Defensa Educación.

Cuando me llegó el aviso de que me liberé del CAE, fue súper bacán, porque me acuerdo que venía de la pega y había sido un día con puras malas noticias. Venía sentada en la cuncuna del metro y me llega el mensaje. Me puse a llorar en el metro, le mandé un pantallazo a mi familia por WhatsApp, llegué a casa y mi esposo me abrazó, me dijo que por fin terminó esta tortura que no te deja dormir”, expresó con alegría Catalina.

Catalina es consciente de que la deuda sigue existiendo en la Tesorería General de la República, pero ya no tiene que soportar la pesadilla que la persiguió durante años. Esta situación le quitaba el sueño debido a la injusticia de tener que pagar dos o tres veces más de lo que solicitó para estudiar, además de la negativa del banco BCI a reducir el monto de la cuota.

Personalmente, yo tuve una buena experiencia con ustedes. Tienen que confiar y leer todo, porque explican todo con lujo de detalle, en cada contrato, en cada correo. Yo cuando empecé, guardé todo en carpetas. Ustedes me mandaban un archivo y yo lo imprimía, entonces es como confiar, es un proceso súper largo, porque yo empecé en 2019, y ahora recién están los resultados. Teníamos contacto dos veces al año, entonces es tener paciencia y que se puede, pero también hay que poner de su parte como cliente”, dijo Catalina.

Finalmente, Catalina agradeció la tranquilidad que le brindó el estudio jurídico a ella, a su pareja y, especialmente, a sus padres, quienes hoy viven tranquilos en su hogar sin el miedo de perder sus bienes.

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